Clamor del padre

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Devuélveme el cuerpo de mi hijo, Rey de los Mares…

Cada mañana vuelvo a herir tu cuerpo con el remo de mi barca

Cada mañana recuerdo cuando se fue a buscar la pesca del día

Cada mañana me hiero el alma pensando que yo debí ir en vez de él

Devuélveme el cuerpo de mi hijo, Rey de los Mares…

Déjame que lave su cuerpo con hierbas                    

Que limpie su faz de las rémoras de mar

Que ponga en sus ojos dos monedas de cobre

Que lo envuelva en mi mejor manto y lo entregue al llorar de su madre

Devuélveme el cuerpo de mi hijo, Rey de los Mares

Era un niño de ojos de estrellas

Con la mirada descubría el atún en su gloria

Contemplaba el ocaso en tu lomo con una manzana en la mano

Se dormía en mi regazo cuando le contaba de la furia de los vientos en mi barca

Cuando caminaba se manifestaba mi orgullo

Con su paso en el mercado, cargando la pesca, mi nombre resplandecía

Poco a poco el suyo iba ocupando el trono de la admiración…

¡Porque así debía ser!

Es inhumano pensar que un padre tenga que pasar por la muerte de un hijo

Es antinatural, no existe blasfemia peor

Cuando sucede uno no es nada, ni nombre tiene

Hay la viuda que clama por el esposo, el viudo que duerme apretando la almohada

Hay la huérfana que flota en el mar del desconsuelo

Hay el huérfano que implora pan

Pero, pero para los padres que pierden un hijo no hay nada

Miserable existencia nos corroe, no tenemos significado

Fantasmas aletargando la muerte vivimos despacio

Consumiendo aire enrarecido por el odio contra la vida ardemos cual sebo en la vela

Devuélveme el cuerpo de mi hijo, Rey de los Mares…

He sido paciente y esperé que me lo devolvieras en los tumbos de la marea

Con el pasar de las lunas me embarqué en su búsqueda

Ebrio de alcohol repetí su infortunio

Convoqué a los terribles huracanes y las altas olas de la muerte para que destrocen mi navío

Y así recorrer su viaje hacia tu profunda garganta

Vagué como rastrera bestia por el sinfín de tu valle dormido

Encontré miles de cadáveres menos el mío

Regresé a la tierra y maldije una vez más tu nombre

Los años me vieron encallecer las manos con el remo

Cada día recorriendo las tierras cercanas a nuestro mar

Preguntando por el joven que engendré en mis mejores días

Cuando mi puño destrozaba la boca del tiburón

Cuando mi arpón sacudía el lomo de la orca

Pero nada, ¡Nada!

Devuélveme el cuerpo de mi hijo, Rey de los Mares…

Era bello y único

Era mi pequeño

Que corría hacia mis brazos cuando llegaba de la mar

El que me animaba en los días de negrura

Cuando el feroz pasado venía de devorar mi tranquilidad

Era mi paz

El resquicio que le arranqué al infortunio de ser yo

Era mi vida hecha vida

La simiente de mi reconquista del honor

Yo era su padre y nada más

Era orgulloso de haberlo tenido y tu… TÚ!!!

Mil veces maldito, que devora las ilusiones de quién se aventura en tu vientre

Que no tiene piedad de los lloros de millones de almas que vagan sin descanso entre la espuma de tu risa hiriente

Tú que no sabes de tranquilidad y falseas una chicha calma

Que escondes en tu miserable pecho fieras agazapadas

¡Devuélveme el cuerpo de mi hijo, Rey de los Mares!

Porque así hayan pasado decenios y mis ojos ya no distingan bien el horizonte

Llegaré hacia tu corazón para encontrarlo y destrozaré cualquier bestia que me arrojes

Cualquier torbellino que me arrastre

Cualquier embrujo de perlas que me tiente

Y cortaré tu ser en mil pedazos para rescatarlo y llevarlo conmigo

Por eso te digo una vez más, sin súplica en mi voz, con la osadía en alto,

Mi mano cubierta del metal templado,

Desde las ruinas de este templo tuyo que he destruido

En la cima de la montaña de cadáveres de tus sirvientes:

¡DEVUÉLVEME EL CUERPO DE MI HIJO, REY DE LOS MARES!!!     

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